El viernes pasado el Gobierno de Baleares hizo público a quién adjudicarÃa la creación del segundo casino de Mallorca. Era la resolución del concurso convocado hace unos meses, que fue anunciado a la sociedad como el proyecto para potenciar el turismo en la isla, bien necesitado de ideas que rompan la dinámica actual, en la que la estacionalidad se profundiza más y más.
La bahÃa de Palma de Mallorca, para quienes no conozcan el área, tiene varias zonas turÃsticas al Oeste, que tienen perfiles dispares. Unas están muy degradadas (Cala Major o Magalluf), mientras que otras están mucho mejor posicionadas (Puerto Portals, Peguera o Santa Ponça). Al este está la Playa de Palma, que hace años que está perdiendo puntos, pero que aún podrÃamos considerar como digna de ser salvada. Y, después, en el centro de la ciudad, está el barrio antiguo, donde se encierra lo mejor de su patrimonio, con un encanto incomparable. Como todas las ciudades españolas, Palma también tiene un ensanche de escaso valor, con algunos ejemplos de degradación bastante lamentables.
Pues bien: todo el mundo entendÃa que ese proyecto de casino deberÃa haber supuesto un revulsivo para una zona turÃstica de las que requieren un empujón. No digamos si eso fuera acompañado de un hotel que pudiera añadir calidad a una oferta media bastante desfasada.
Se convoca el concurso y se presentan tres candidaturas: uno de los casinos lo propone el grupo Nervión, e irÃa acompañado de un hotel nuevo que harÃa una cadena local muy potente, y estarÃa en la Playa de Palma; el segundo casino lo presenta el grupo alemán Merkur, en el Oeste de la bahÃa, en un castillo bien conservado y, finalmente, en una zona urbana bastante degradada del centro de Palma, el propietario de un local que antes era un teatro y después un cine, y que como en muchos otros lugares de España aquello acabó en un modesto bingo, con ese incomparable 'glamour' cutre de las periferias urbanas, presenta la tercera oferta.
A todo esto, la Playa de Palma es la zona en la que los gobiernos han gastado millones y millones de euros durante diez años en varios proyectos para cambiarla radicalmente, sin que al final quedaran recursos para mover ladrillos y habiendo de aparcarse todo el abundante papeleo que enriqueció a muchÃsima gente. Como el ayuntamiento de Palma y el Gobierno son del mismo partido, y como es un clamor que habÃa que hacer algo con la Playa de Palma, todo el mundo entendÃa que aquello estaba bastante claro.
Pero no, la cadena local que tiene decenas de hoteles no le parece solvente al Gobierno; el grupo Nervión que opera varios casinos en toda España tampoco le resulta suficientemente sólido; los alemanes ya se sabe que no son serios, asà que el nuevo casino de Mallorca estará en un antiguo teatro, hoy bingo, delante una plaza carente de todo encanto, en una zona en la que abundan los despachos de abogados, y a pocos metros de una de las áreas de prostÃbulos más degradadas de Mallorca.
La posibilidad de que un turista pueda encontrar algún glamour en entrar en un edificio sin el menor interés, en un barrio sin la menor relevancia, es tan remota como absurda ha sido la decisión. El Gobierno aduce que eso es lo que valoró la mesa, pero no hace falta ser muy inteligente para entender que si la mesa valoró este absurdo es que alguien fijó unos criterios ridÃculos y que el resultado de este despropósito no será otro que la continuación del hundimiento de la Playa de Palma, otrora la primera zona turÃstica del Mediterráneo.
Asà es, pues, cómo lo que inicialmente parecÃa una idea positiva, nuestro alucinante sistema polÃtico logra transformarlo en un adefesio que no beneficiará a nadie y que terminará como tantas otras ideas arruinadas en un cajón. La Playa de Palma ya ha visto muchos vÃdeos virtuales en los que se explicaba cuán maravilloso serÃa su futuro y ya entiende cómo se las gastan nuestros gestores. Patético.
Jaime: Me gusta tanto tu artÃculo, con el que estoy completamente de acuerdo, que te lo termino yo en mi nombre: Hay aquà algo raro, que huele a chamusquina... No serÃa de extrañar nada que alguien se hubiese embolsado algún dinerito importante. Pero por otra parte, no podemos dejar de lado la importante hipótesis de que haya sido simplemente incapacidad e ineficacia. Si, si, aunque parezca inverosÃmil, esta segunda opción habrÃa que ponerla al 50% con la otra. No hay mas opciones: o corrupción, o ineficacia. Y lo que queda es un regusto de auténtica preocupación ante este tipo de situaciones que tienen un impacto brutal sobre nuestra economÃa final. No es que esta situación tenga un impacto brutal por si sola. Por sà sola el impacto es relativamente pequeño... pero es que hay muchas situaciones de este tipo dentro de nuestra economÃa, y al final se nota: gota a gota se llena la bota, pero ¿De quién es la bota? ¿Del interés general? No pases pena. Buen artÃculo, desde mi opinión, que es tan humilde como la de cualquier otro.