Coronavirus aparte, el sector turístico y de los viajes atraviesa momentos delicados, con fuertes turbulencias. Dos son los casos sintomáticos de los tiempos que corren. Por un lado, el del barcelonés de El Prat y por el otro el del londinense de Heathrow. En ambos, el núcleo del asunto radica en sus respectivas ampliaciones. Como apéndice, el gobierno de España prepara crear una nueva tasa para recaudar más en base a los vuelos. Una tasa recaudatoria como disuasoria de vuelos de corta y media distancia donde haya alternativas ferroviarias.
El del aeropuerto de Barcelona es un caso sintomático. Aena plantea ganar capacidad operativa. El presidente del organismo estatal supedita la deseada ampliación a dos factores: por un lado y como prioridad alargar una de las pistas –lo que no gusta a ecologistas ni vecinos que habitan cerca del recinto- y, por el otro, la construcción de una nueva terminal satélite. Una parecida a la ya existente en Madrid Barajas. Sin embargo, desde diferentes partes de la sociedad y de las istraciones catalanas abogan por dejar El Prat como está y enlazarlo con el de Girona-Costa Brava o el de Reus mediante un ligero desvío de las líneas de AVE ya existentes. Algo que debería haberse realizado en su momento y no se hizo.
En cuanto al aeropuerto de Heathrow, un tribunal del Reino Unido ha frenado la ampliación, alegando que en el proyecto no se han tenido en cuenta las directrices que marca el Acuerdo de París sobre acciones contra el cambio climático. La sentencia de dicho tribunal contra el gobierno del país tiene en la constructora y concesionaria española Ferrovial –propietaria del paquete accionarial mayoritario del aeropuerto- a su principal perjudicada. Londres, en cualquier caso dispone de cinco aeropuertos plenamente operativos, mientras que Barcelona dispone del suyo y de los otros dos manifiestamente infrautilizados.
El considerar los aeropuertos de Reus (95 Km desde Barcelona) o de Girona (90 km) como extensiones del aeropuerto del Prat es desde mi punto de vista algo nada pràctico dada su distancia. ¿Cuántos viajeros querrían aterrizar en un aeropuerto tan lejano? Y el coste de realizar una línea de Alta Velocidad entre aeropuertos nunca será rentable por el bajo número de personas que puedan usarla. Sería otro despilfarro de dinero público (uno más).
¿y los pasajeros que se desplazan entre, por ejamolo, Gatwick, Stanted o Heathrow para coger conexiones? .... ¡No! Lo mejor es cargarnos más el medio ambiente y dar por cu.lo a ma gente que vive cerca cuando gran parte del problema del Prat es la incompetencia de Enaire para manejar el tráfico aéreo y el cortijismo caciquil de Aena.....